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[Aun conociendo a fondo nuestra lengua y las múltiples acepciones de cada palabra, sus múltiples significados y posibles metáforas asociadas, ¿entendemos lo que quiere decirnos el autor? ¿o acaso lo importante es entenderlo desde nuestro prisma, independientemente de lo que quiera transmitirnos?] Hay obras de gran complejidad que requieren de una determinada predisposición, concentración, un amplio vocabulario y una elevada capacidad intelectual para ser descifradas. Algunas emplean léxico específico, lenguaje antiguo, exceso de recursos estilísticos o incluso pueden romper las normas de la gramática convencional intencionadamente. Otras, paralelamente, pese a usar un lenguaje coloquial e inteligible, ocultan un mensaje profundo que puede pasar desapercibido a un determinado lector acostumbrado a lecturas más livianas o de entretenimiento. [Ciertos misterios escapan al lenguaje. No existen palabras que se acerquen ni remotamente a expresar una pequeña parte de su significado]
[Se puede escribir sobre cualquier cosa, pero no se debería leer cualquier cosa]
La invención de la imprenta marcó un antes y un después en la divulgación de la cultura. La magia y el poder de la escritura cautivó a millones de lectores y animó a otros cientos a dominar su arte. La escritura se convirtió no tan sólo en un medio para dejar constancia del conocimiento, sino en recurso de expresividad creativa para el autor y una herramienta de evasión de la realidad para el lector, quien con su imaginación da vida y hace propias las historias que se plasman sobre tinta en los libros. Actualmente existen muchos géneros literarios y muchos tipos de literatura, del mismo modo que hay muchas clases de escritores y lectores. En los próximos posts hablaremos sobre todo ello y mucho más. ¡Bienvenidos al maravilloso mundo de la escritura!
Es innegable que las horas empleadas ante la máquina de escribir, el ordenador o el papel es tiempo que no se dedica a descubrir la vida y aventurarse en el complejo mundo de las relaciones interpersonales. Y sin esos estímulos básicos, tan sólo los fantasmas de la locura y las musas de lo onírico pueden escribir a través del autor. Es por ello que muchos escritores se definen a sí mismos como meras herramientas de una verdad que les es dictada. [Si bien El Quijote se volvió loco de tanto leer, también el escritor es susceptible de caer en las terribles fauces del monstruo de la locura]
El eterno debate entre si "se nace" o "se hace" es irrelevante, ya que en mayor o menor medida todos hemos escrito en alguna ocasión, bien sea una carta de amor, una redacción en el colegio, un e-mail interminable a un amigo, una nota de despedida abandonada de madrugada sobre una mesita de noche, un mensaje de texto, una dedicatoria para un cumpleaños, etc.
Todo depende de nuestro ingenio, de la habilidad que tengamos para jugar con las palabras, del vocabulario adquirido, del conocimiento que nos aporta la experiencia vital, nuestra capacidad de observación, la lectura y sobretodo una gran dosis de imaginación. [Todos tenemos un talento innato: muchos lo ignoran, otros lo niegan por falsa modestia y los pocos que lo han descubierto lo cuidan, lo explotan y se dedican a ello profesionalmente] Sea como sea, a quienes se les enciende el interruptor de la escritura y saborean el goce que les proporciona escribir, jamás dejan de hacerlo. Una vez aceptado el hecho que se es escritor, de manera intrínseca y natural, sin entrar en debates aristotélicos acerca del talento o el genio creativo, el primer gran reto reside en atreverse a mostrar la propia obra y por tanto enfrentarse a la despiadada crítica o a las felicitaciones del lector, pues la clave del éxito a nivel comercial, si es ese el objetivo desde un punto de vista superficial y práctico, reside únicamente en él. Y el lector puede ser cliente, amigo, cómplice, invisible o innecesario, pero nunca es el enemigo, sino el aliado. |
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